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Jorge Vilches

Hambre de poder

El PSE, por su parte, ha iniciado una maniobra envolvente para recuperar el poder en el País Vasco. Los socialistas planean una pinza sobre el PNV de la mano de los batasunos. Se trataría de presentar una coalición de izquierdas para la paz.

El principal objetivo de todo partido político, ayer, hoy y mañana, es conseguir el poder y no dejarlo nunca. Esto es tan obvio que vale para regímenes democráticos tanto como para los que no lo son. La diferencia está en que, en los primeros, los medios para alcanzar tal fin son leales con las instituciones y los otros partidos, amén de legales.

El brazo político de la banda terrorista ETA es un partido antisistema que, como tal, justifica la violación de la ley; es decir, la extorsión y el asesinato. Pero todo antisistema que se precie quiere llegar al gobierno y amoldar la realidad a sus fantasías totalitarias. Las elecciones municipales y autonómicas de 2007 son una posibilidad para abrir nuevas perspectivas de poder en el País Vasco en este sentido, similares a las que se dibujaron en Cataluña en diciembre de 2003. Es decir; si hoy el gobierno Zapatero asegura a los terroristas unas condiciones penitenciaras y políticas de su agrado, que se traduzcan en una amnistía, el reconocimiento nacional vasco y la confederación disfrazada de autonomía, los batasunos podrían declarar que dan por terminada la violencia como instrumento político. Otegi y compañía podrían entonces legalizar un partido que buscara para 2008 la conversión de Euskadi en una República Socialista.

El PSE, por su parte, ha iniciado una maniobra envolvente para recuperar el poder en el País Vasco. Los socialistas planean una pinza sobre el PNV de la mano de los batasunos. Se trataría de presentar una coalición de izquierdas para la paz, que plantee una reforma estatutaria ambiciosa, similar a la del Estatut catalán. Todo parece jugar a favor, porque cada uno está en su papel: el PP de Rajoy como partido protesta, el PNV fuera de juego, los batasunos como luchadores por la libertad de Euskalherria, y los socialistas dando la imagen de hombres de paz, de consenso, que sólo desean el bien general.

El gobierno no se ha puesto en manos de ETA porque Zapatero diga que dialogará antes de que los terroristas renuncien públicamente a la violencia. Solamente son frases sueltas, guiños y mensajes de una negociación política, entre socialistas y batasunos, que empezó hace años, y cuyo contenido aún desconocemos. ¿O es que alguien se puede creer que el PSE se quiere sentar en una mesa con Batasuna exclusivamente para decirle que condene la violencia? ¿Y que se sientan a hablar sin condiciones previas para el diálogo, sin acercamiento de posturas ni acuerdos mínimos, sin proyectos de futuro comunes?

Los cálculos políticos y electorales están bien hechos. El PSOE va un paso por delante, y ya han indicado Fernández de la Vega y López Aguilar que es necesario que Batasuna sea legal. Son cuentas electorales que hacen unos y otros, pues si un atentado terrorista con muertos acabaría con la credibilidad del gobierno Zapatero, y quizá con su poder, también cerraría por mucho tiempo la posibilidad soberanista en el País Vasco. Llegarán a un acuerdo porque tienen hambre de poder, de tocarlo, apropiárselo, sacarle el jugo y no permitir ni por asomo que otro partido pueda, en un futuro muy, muy lejano, hacerle sombra en las urnas.

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